QUINTO DIA DE LA NOVENA DE SAN ANTONIO DE PADUA


TEMA: “SAN ANTONIO Y SU AMOR POR LAS SAGRADAS ESCRITURAS”


SALUDO A LA COMUNIDAD REUNIDA


Canto de entrada:


En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. 

R/Amén


P/ Loado seas mi Señor por tu siervo Antonio de Padua.

R/ Y benditos sean los hermanos y hermanas de esta parroquia, que queremos seguir a Jesucristo  imitando su ejemplo.

 

REZO DEL SANTO ROSARIO


TEMA: “SAN ANTONIO Y SU AMOR POR LAS SAGRADAS ESCRITURAS”


Lectura bíblica: 1ª. Corintios 12,4-12

“Existen diversos dones espirituales, pero un mismo Espíritu; existen ministerios diversos, pero un mismo Señor, existen actividades diversas, ero un mismo Dios que ejecuta todo en todos.  A cada uno se le da una manifestación del Espíritu para el bien común.  Uno por el Espíritu tiene el don de hablar con sabiduría, otro según el mismo Espíritu el de enseñar cosas profundas, a otro por el mismo Espíritu se le da la fe, a  éste por el único Espíritu se le da el don de sanaciones.  A aquel realizar milagros, a uno el don de profecía, a otro el don de distinguir entre los espíritus falsos y el Espíritu verdadero, a este hablar lenguas diversas, a aquel el don de  interpretarlas.  Pero todo lo realiza el mismo y único Espíritu repartiendo a cada uno como quiere.”


FERNANDO ANTES DE INGRESAR EN LA ORDEN FRANCISCANA


La Legenda Prima o Assidua se expresa en esta forma: «Con una aplicación poco común no cesaba un momento de cultivar su ingenio y de ejercitar su espíritu en la meditación; y cuando sus ocupaciones se lo permitían, no dejaba la lectura espiritual ni de día ni de noche. Ya leyendo el texto sagrado, fuente de verdad histórica, trataba de reforzar su fe con el sentido alegórico; ya tomando las palabras de la Escritura en un sentido figurado, buscaba la edificación de sus afectos y costumbres. Ahora escrutando con feliz ansiedad la profundidad de las palabras de Dios, preservaba su inteligencia contra los lazos del error con los testimonios de la Sagrada Escritura; ahora se aplicaba a la indagación y meditación de los dichos de los santos. Lo que había leído, lo confiaba a su tenaz memoria, de suerte que muy pronto adquirió tal ciencia de las Letras Sagradas, que todos quedaron maravillados».


La Legenda Raimondina abunda en los mismos sentimientos: «El joven religioso, abstrayéndose de las cosas terrenas, se había entregado día y noche a la meditación de las Sagradas Escrituras con aquel ardor y entusiasmo que son propios de las almas elegidas. En efecto, el tiempo que le quedaba libre del servicio divino no lo malgastaba en el ocio, sino en el estudio de las ciencias sagradas. Despreciando los laberintos de la humana sabiduría que hincha y enorgullece, no se contentaba con aprender de memoria el texto sagrado, sino que también quería penetrar los sentidos alegóricos y anagógicos. Reflexionaba  sobre las más intrincadas cuestiones, a fin de conocer las reglas para ilustrar la verdad y refutar el error, como estupendamente lo demuestra su doctrina».


En su lectura se había empapado desde joven; de su doctrina, sentencias y palabras están penetrados sus escritos. En la alacena de su prodigiosa memoria estaban ordenadamente colocados todos los libros, todos los capítulos, sentencias y palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento, desde el Génesis hasta el Apocalipsis: era verdaderamente el Arca del Testamento y Armario de las Sagradas Escrituras.


Educado en la escuela de San Agustín, cuyo espíritu místico y amante de Dios y de la naturaleza tan admirablemente concordaba con el del Serafín de Asís, en cuanto al aprecio y modo de concebir la Sagrada Escritura y la teología como ciencia práctica y en cuanto al fin del estudio, de la predicación y de toda actividad humana, fue el hombre providencialmente destinado por Dios para echar los primeros fundamentos de la Escuela Franciscana, que había de tener su coronamiento perfecto en San Buenaventura, el Beato Juan Duns Escoto y San Bernardino de Siena. Y en ese hombre, a quien ya celebraba la fama por su profundo saber, por su sincera humildad y santidad, puso Francisco sus ojos inspirados para hacer de él el primer Maestro y educador de las jóvenes falanges franciscanas, a fin de que infundiese a la naciente escuela su propio espíritu y le imprimiese su peculiar sello y carácter, el sello de la franciscanidad y el carácter de seraficidad, de predominio de la voluntad sobre la inteligencia, de la práctica sobre la teoría, del afecto sobre la especulación pura, de la sapientia-sabiduría sobre la scientia-ciencia, que había de conservar siempre en el transcurso de los siglos. A este fin le dirigió el Fundador aquella suavísima carta: «A fray Antonio, mi obispo, el hermano Francisco, salud. Me agrada que enseñes sagrada teología a los hermanos, con tal que, en el estudio de la misma, no apagues el espíritu de oración y devoción, como se contiene en la Regla».


VERBUM DEI  (Papa Benedicto XVI)


La interpretación de la Sagrada Escritura quedaría incompleta si no se estuviera también a la escucha de quienes han vivido realmente la Palabra de dios, es decir, los santos. Así, la interpretación más profunda de la Escritura proviene precisamente de los que se han dejado plasmar por la Palabra de Dios a través de la escucha, la lectura y la meditación asidua.


Ciertamente, no es una casualidad que los grandes espirituales que han marcado la historia de la Iglesia hayan surgido de una explícita referencia a la Escritura.  Pienso, por ejemplo, en San Antonio Abad, movido por la escucha de las  palabras de Cristo: “Si quieres llegar hasta el final, vende lo que tienes, da el dinero a los pobres así tendrás un tesoro en el cielo- y luego vente conmigo (Mt 19,21)…San Francisco de Asís, escribe Tomás de Celano, “al oir que los discípulos de Cristo no han de poseer ni oro, ni plata, ni dinero; ni llevar alforja, ni pan, ni bastón en el camino; ni tener calzado ni dos únicas, exclamó  inmediatamente, lleno de Espíritu Santo: ¡Esto es lo que quiero, esto pido, esto ansío hacer de todo corazón.  Santa Clara reproduce plenamente la experiencia de San  Francisco: “La forma de vida de la Orden de las Hermanas pobres…es esta: observar el santo Evangelio de nuestro Señor Jesucristo”.  (Verbum Dei, Pág. 97-98)


Antonio de Padua hace de su vida un servicio por el Reino, leyendo, meditando, orando, predicando, teniendo como fundamente las sagradas Escrituras a las que amó e intento vivir en su vida.


OFRENDA: 

Cada familia trae la biblia y es bendecida.


PETICIONES:

La comunidad hace sus peticiones

Padre Nuestro  Ave María Gloria 


Responsorio de San Antonio


Pueden darse la paz.


Oración Final:


Oh glorioso San Antonio de Padua, acudimos  a vos en esta Novena guiados  por el ejemplo incomparable de tu vida que llenaste de santidad, para que seas nuestro  santo protector y dejes caer sobre cada uno de nosotros  una mirada de bondad, implorando en favor nuestro,  la misericordia divina.  Ayúdanos  a hacer fructificar la gracia de  nuestro  Bautismo, enséñanos a que, a ejemplo tuyo, amemos  y sirvamos  a Dios.  Protégenos mientras vivamos y asistenos a la hora de la muerte, a fin que tenga la dicha de cantar eternamente con vos las alabanzas de la augusta Trinidad.  Tu que intercedes ante Dios y él nos concede sus milagros, concédenos la gracia que pedimos si todo es para bien de cada uno y salvación nuestra y para mayor gloria de Jesucristo nuestro Señor que vive y reina por los siglos de los siglos.  Amén.


Canto final